Constitución
de la Tierra
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La
corteza terrestre inicial surge hace unos 4,6 mil millones de años de la
solidificación de la materia gaseosa y líquida . A partir de entonces
comienza su desarrollo geológico.
La
Tierra está formada por la corteza, el manto y el núcleo central.
Mediante
métodos de investigación geofísicos es posible determinar —por ejemplo, a
través de mediciones sísmicas— la profundidad de las áreas límites (o sea,
las discontinuidades) de las capas que conforman la Tierra. De esta manera se
puede diferenciar entre la corteza terrestre, el manto y el núcleo central.
Según
sus propiedades físicas, la corteza y el manto terrestre se subdividen en:
La Litosfera abarca la corteza
terrestre y el manto superior hasta aproximadamente 100 km de profundidad.
Esta envoltura está constituida por placas quebradizas con una composición de
rocas variadas. La litosfera se subdivide a su vez en: La placa oceánica cuyo grosor
oscila entre los 70 y 80 km, y la
placa continental cuyo un grosor fluctúa entre los 100 y 120 km.
La astenosfera está conformada por
material viscoso y se encuentra debajo de la litosfera. Las ondas sísmicas
son frenadas fuertemente en esta capa considerada como la zona de
deslizamiento de la litosfera.
Sobre
el núcleo central de la Tierra se encuentra la Mesosfera, capa que alcanza una profundidad de unos 700 km.
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Atmósfera, mezcla de varios gases que
rodea un objeto celeste (como la Tierra) cuando éste cuenta con un campo
gravitatorio suficiente para impedir que escape.
Hidrosfera. La hidrosfera se compone
principalmente de océanos, pero en sentido estricto comprende todas las
superficies acuáticas del mundo, como mares interiores, lagos, ríos y aguas
subterráneas. La profundidad media de los océanos es de 3.794 m, más de
cinco veces la altura media de los continentes. La masa de los océanos es de
1.350.000.000.000.000.000 (1,35 × 1018) toneladas, o el 1/4.400 de
la masa total de la Tierra.
Cuerpo solido de la tierra. Se puede considerar que
la Tierra se divide en cinco partes: la primera, la atmósfera, es gaseosa; la
segunda, la hidrosfera, es líquida; la tercera, cuarta y quinta, la litosfera,
el manto y el núcleo son sólidas. La atmósfera es la cubierta gaseosa que rodea
el cuerpo sólido del planeta. Aunque tiene un grosor de más de 1.100 km,
aproximadamente la mitad de su masa se concentra en los 5,6 km más bajos.
La litosfera, compuesta sobre todo por la fría, rígida y rocosa corteza
terrestre, se extiende a profundidades de 100 km. La hidrosfera es la capa
de agua que, en forma de océanos, cubre el 70,8% de la superficie de la Tierra.
El manto y el núcleo son el pesado interior de la Tierra y constituyen la mayor
parte de su masa.
Biosfera, capa relativamente delgada de aire, tierra y agua
capaz de dar sustento a la vida, que abarca desde unos 10 km de altitud en la
atmósfera hasta el más profundo de los fondos oceánicos. En esta zona la vida
depende de la energía del Sol y de la circulación del calor y los nutrientes
esenciales. La biosfera ha permanecido lo suficientemente estable a lo largo de
cientos de millones de años como para permitir la evolución de las formas de
vida que hoy conocemos. Las divisiones a gran escala de la biosfera en regiones
con diferentes patrones de crecimiento reciben el nombre de regiones biogeográficas
.
Ciclo
hidrológico, La hidrología es la ciencia que estudia la
distribución del agua en la Tierra, sus reacciones físicas y químicas con otras
sustancias existentes en la naturaleza, y su relación con la vida en el
planeta. El movimiento continuo de agua entre la Tierra y la atmósfera se
conoce como ciclo hidrológico. Se produce vapor de agua por evaporación en la
superficie terrestre y en las masas de agua, y por transpiración de los seres
vivos. Este vapor circula por la atmósfera y precipita en forma de lluvia o
nieve.
Al llegar a la superficie
terrestre, el agua sigue dos trayectorias. En cantidades determinadas por la
intensidad de la lluvia, así como por la porosidad, permeabilidad, grosor y
humedad previa del suelo, una parte del agua se vierte directamente en los
riachuelos y arroyos, de donde pasa a los océanos y a las masas de agua
continentales; el resto se infiltra en el suelo. Una parte del agua infiltrada
constituye la humedad del suelo, y puede evaporarse directamente o penetrar en
las raíces de las plantas para ser transpirada por las hojas. La porción de
agua que supera las fuerzas de cohesión y adhesión del suelo, se filtra hacia
abajo y se acumula en la llamada zona de saturación para formar un depósito de
agua subterránea, cuya superficie se conoce como nivel freático. En condiciones
normales, el nivel freático crece de forma intermitente según se va rellenando
o recargando, y luego declina como consecuencia del drenaje continuo en
desagües naturales como son los manantiales.
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